La conducta sexual humana, del mismo modo que cualquier otra conducta humana, puede ser objeto de decisión, puede obrarse o no. El animal, en cambio, sólo puede obrar por sus pulsiones instintivas y las circunstancias ambientales (F. Ponz, Comportamiento animal y funciones superiores del cerebro. Lenguaje). Respecto al hombre su conducta se halla en una tensión entre las tendencias y las decisiones. La educación humana no es la creación de condicionamientos que se apoyan sobre los instintos, como es el caso de los animales, sino el cultivo de la inteligencia y de la afectividad que permite al hombre decidir libremente, de modo que puede resistir sus inclinaciones cuando le dificulta obrar bien, o fomentarlas cuando le ayudan (Antonio Pardo, Aspectos médicos de la homosexualidad).
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